Desde pequeño, Lentini maldijo sus extremidades adicionales, pero los doctores después de examinarlo en repetidas ocasiones siempre llegaron a la conclusión de que la proximidad con la espina dorsal haría que la operación prácticamente seguro terminara en parálisis permanente. Por su apariencia, sus padres se negaron a criarlo, por lo que tuvo que crecer con su tía, la cual cuando aún no era muy mayor lo mandó a un internado para gente discapacitada. Allí Lentini conoció a muchos chicos de su edad con problemas mucho mayores que los suyos, por lo que adquirió una nueva forma de afrontar la vida, aprendiendo a caminar, correr, montar en bicicleta e incluso patinar.
En 1898, con tan sólo ocho años, Lentini migró a América, donde desde el momento de su llegada fue toda una sensación. Consiguió conquistar a las masas con su amabilidad y sentido del humor, así como cautivó a las audiencias con su impresionante agilidad siendo capaz de controlar un balón de futbol utilizando sus tres piernas.
Durante las entrevistas, solía sujetarse sobre su tercera pierna utilizándola como taburete, y no le importaba contestar a cualquier tipo de pregunta, desde sus hobbies de cuando era niño, el tipo de zapatos que utilizaba, o incluso los detalles de peculiar vida sexual.
Gracias a su abierto carácter, lejos de los complejos impuestos por la sociedad de la época, le permitieron tener una vida plena, casándose con Theresa Murray y trabajando en lo que más le gustaba durante más de cuarenta años, donde pasó de ser visitado por su tercera pierna a ser admirado por su humor y encantadora personalidad en escena.